¿Cómo hablamos de suicidio en la escuela? ¿Hay prevención posible? Las recomendaciones de Daniel Korinfeld.
El suicidio es la segunda causa principal de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años (según la OMS) y una de las cinco causas de mortalidad en la franja de edad entre 15 a 19 años a nivel mundial.
No son pocos los países donde se ha convertido en la primera o segunda causa de muerte tanto en los varones como en las mujeres de estas edades. Villa María Educativa habló con el Licenciado en Psicología, Magíster en Salud Mental Comunitaria y psicoanalista, Daniel Korinfeld.
Antes que nada, el especialista explica que el suicidio no puede desvincularse de un contexto en el que están incluidas múltiples violencias “deberíamos pensarla como una de sus facetas con sus particularidades. ‘Miedo a la exclusión’ y ‘miedo a la muerte’ deben tener un lugar en la comprensión de los contextos actuales en los que se observa el mencionado crecimiento de las tasas de suicidio adolescente”.
De este modo, el suicidio puede ser pensado como corolario de un trauma social para algunos sujetos que no lograron encontrar herramientas que mitigaran la herida que produjo un trauma.
La irrupción de la muerte a través del suicidio o su tentativa tiene siempre un efecto desestructurante, “se torna difícil registrarlo simbólicamente y poder significarlo, produce un estallido en el discurso educativo”. En la búsqueda de las causas o en la asimilación de lo ocurrido, en ese periodo de tramitación colectiva, dice Daniel, “es preciso determinar los mejores modos de acompañar a la comunidad dañada, a los grupos y a los afectados del entorno más cercano”.
Acompañar con proximidad
Para el especialista, una verdadera prevención consiste en acompañar con proximidad a los jóvenes que han estado expuestos a este tipo de situaciones. El espacio escolar es un espacio de enorme potencial para facilitar la elaboración individual y promover la respuesta colectiva frente a situaciones de conmoción.
Muchas veces las instituciones se desenvuelven entre la parálisis y la hiperactividad. “Cuándo un chico o una chica expresa una idea de suicidio o lo intenta, es disruptivo y muy conmocionante. Hay como distintos modos de abordar, yo creo que hoy cada vez menos aparece la idea de silenciarlo porque la propia comunidad no lo permite”.
¿Qué es acompañar con proximidad? Es un acompañamiento desde el espacio educativo, consultando con un equipo de salud mental e interactuando con la familia, aunque en cada caso suceden cosas distintas.
Hay que preguntar: “Hay que perder el miedo y preguntar. Preguntar sobre las ideas de muerte no acerca la idea del suicidio, al contrario. Las autolesiones también: cuando alguien se autolesiona hay que preguntar en un clima de calidez y confianza. Eso no genera que se intensifique la conducta si no que cuando hay algo oculto nos permite pensar que le está pasando, porque insiste con esa conducta”.
Desde la prevención a construir dispositivos promotores de salud
Según explica el especialista, la idea de prevención tradicional tiene una impronta médica que la aleja de la complejidad de las problemáticas psicosociales.
“Entre la omnipotencia que implica sostener que ciertas problemáticas pueden evitarse si se toman recaudos específicos que guardan similitud con las recomendaciones médicas ante una enfermedad, y en el otro extremo, la impotencia que deviene de la posición que afirma que al no ser certeramente anticipables nada se puede hacer, consideramos que entre esas posiciones de impotencia y omnipotencia hay una prevención imposible y necesaria que preferimos llamar dispositivos y disposiciones promotoras de salud y preventivas”.
Se trata de una disposición de atención que no es de alarma, que se aleja de la certeza de poder anticiparlo todo, de una actitud que con buenas intenciones puede tornarse persecutoria y algunas veces propicia lo que se propone combatir.
La construcción de redes es la estrategia más potente y la de mayor alcance para el enfoque de la violencia en y entre los jóvenes, y también para el abordaje de las problemáticas del suicidio. Son acciones desde una red las que mejor contribuyen a la visibilización de las diferentes problemáticas de la comunidad.
En esta propuesta, remarca el equipo directivo, las y los educadores, la familia, un equipo de salud mental de la ciudad y un equipo de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes. “Todos los adultos somos corresponsables, tenemos un espacio de intervención y acción”.
Recomendaciones
No es necesario, ni posible, siempre otorgar sentidos al acto suicida. Apegarnos a esa idea debilita la posibilidad de un adecuado acompañamiento. “La necesidad imperiosa y perentoria de buscar una causa al acto o tentativa suicida puede oscurecer un campo que requiere un acompañamiento sereno y desprejuiciado a todos los actores”.
Siempre hay oportunidades de intervenir. Es en este marco, donde las y los adultos deben conversar, pensar estrategias, estar atentos y conectados con adolescentes y jóvenes. “Hay que generar canales para que los adolescentes puedan ser escuchados y tener ayuda terapéutica”.
Sin sucesión de interlocutores. Cuando las intervenciones no están articuladas conceptual y operativamente puede multiplicar la confusión y producir rechazo ante la oferta de acompañamiento. Es importante generar las condiciones para racionalizar las intervenciones a través de una concepción unificada.
No hay que negar la existencia del suicidio ni construir protocolos demasiados rígidos. Tampoco desplegar el tema sin haberlo analizado junto a los equipos de orientación u otros profesionales externos a la institución.
No hay que concentrarse en mensajes y discursos vitalistas hacia los alumnos, al modo de “Chicos hay que querer la vida…”. Ellas y ellos ya lo saben, se sienten subestimados y perciben las actitudes excesivamente defensivas de los adultos.

