Se realizó una nueva edición del Festival Rural Itinerante El camino del hornero, una propuesta con talleres y funciones de títeres que reunió a más de 14 escuelas rurales de Villa María y la región durante mayo.
Con la gestión de la titiritera Valentina Morello y el apoyo de Agencia Córdoba Cultura junto a las municipalidades de La Palestina y Villa María, este año también participaron titiriteros de otras provincias.
El camino del hornero
Para desandar “el camino del hornero”, primero debemos situarnos en un campo entre Ausonia, La Laguna y Pasco, en un punto casi invisible en el mapa donde los tres pueblos se unen. Valentina vivió ahí durante parte de su infancia. Hija de un artesano y una maestra, ella dice que se crió en una escuela rural. Una escuela que se construyó sobre un terreno donado por su abuelo paterno.
Cuenta que en la escuela funcionaba un teatro para títeres, Arlequín, por el que pasaron reconocidos artistas y titiriteros como Héctor di Mauro y Elvio “Toto” Villarroel, amigos de sus padres. Además, recuerda los viajes y las gentes, crecer bajo un puesto de artesanía en ferias donde siempre había títeres.
Sin embargo, no fue hasta muchos años más tarde, después de haberse probado en carreras como abogacía o el profesorado de educación especial para sordos en Córdoba, “¡haciendo nada que ver!”, cuando Valentina se decidió por los títeres.
Una “caja de herramientas” familiar
“Mi mamá falleció y nos vinimos con mi papá a Villa María. Yo tenía nueve años. Mi papá siguió siendo artesano y yo me alejé del tema títeres”, cuenta. “Cuando mi papá empezó a tener nietos y nietas, creó con toda la familia un teatro de títeres. Eran actuaciones entre familiares, y yo era la única que no participaba”, agrega.
“Cuando vine en cuarto grado pensaba que mi papá era hippie, artesano, había estado preso en la dictadura -unos cuantos días-, era huérfana de madre, vivía en el campo y me llamaba Valentina, que en ese momento era un horror porque era nombre de vieja. Renegaba de todas estas cosas. Y ahora todo eso está dentro de mi caja de herramientas. Por mucho tiempo sólo observé… y ahora, en mi familia, soy la única que se hizo titiritera”, dice.
Escuela Municipal de Títeres Héctor di Mauro
Un día le pidió la valija de títeres a su padre porque se le ocurrió armar un taller. Valentina todavía estaba en sus veinte. Había participado de algunas clases de teatro y estudiaba Comunicación Social en Villa María, carrera de la cual egresó.
Lo primero que hizo su padre, el “Tuni” Morello, fue decirle: “si vas a ser titiritera, tenés que estudiar”. Después la llevó hasta un telecentro ubicado en la esquina San Juan y General Paz. “Mirá, Héctor, mi hija quiere ser titiritera”, dijo con toda seriedad al teléfono. El mensaje llegó hasta Córdoba. Héctor di Mauro se convirtió en el primer maestro de Valentina.
En nuestra ciudad, Valentina fundó la Escuela Municipal de Teatro de Títeres Héctor di Mauro en homenaje a su maestro. El proyecto, según explica, se creó por ordenanza municipal y en realidad “no tiene un edificio o la estructura propia de una escuela”, pero funciona a partir de talleres que hace 20 años itineran por Villa María y la zona.

Tomando un poco de aquí y otro poco de allá, Valentina también estudió Psicología Social. Además de titiritera, hoy es docente en los niveles secundario y terciario. “La docencia me gusta tanto como actuar. El arte, la educación y la psicología me apasionan y a través de los títeres puedo trabajar con todas estas ramas”, dice.
Sobre los postes de luz, los pájaros
Valentina trabajaba en la Biblioteca Mariano Moreno cuando un bibliomóvil de la CONABIP llegó a Villa María. Cuenta que así se iniciaron los primeros viajes hacia las escuelas rurales para llevar funciones y talleres de diferentes artistas de la ciudad, Valentina incluida. Luego la Medioteca tuvo su propio bibliomóvil y los viajes continuaron.
De camino a las escuelas, Valentina recuerda ver esta imagen a través de la ventana del bibliomóvil: las casitas de barro de los horneros en los postes de luz. “Con la Anabella (Gill) siempre íbamos sentadas adelante y un día dijimos ¡ay, tenemos que hacer el camino del hornero!”, cuenta. Y así surgió el nombre de la propuesta, mirando los pájaros.
“La creatividad surge del trabajo”
Sobre sus obras, Valentina dice que la mayoría son autorreferenciales, tienen algo de su historia. A la vez, piensa que su escritura es muy “desprolija”. Escribe secuencias narrativas, escenas, diálogos, todo en “papelitos”. Sabe esperar a que la idea aparezca, decante, pero eso sí, está segura de que “la creatividad surge del trabajo”.

El primer títere que hizo fue de su papá, recuerda, en un taller de construcción de Gloria Seco, docente y titiritera de Villa María. “Hoy tengo una obra que se llama Historias en el patio del abuelo Tuni que es un homenaje a mi viejo, la hice después de su fallecimiento”, cuenta. Dice también que no siguió incursionando en la construcción. En la actualidad, sus títeres son obra de la artista plástica Julieta Barbuio.
Es como desaparecer detrás de una sombra
En contexto de ajuste estatal, la autogestión es vital para seguir sosteniendo proyectos como El camino del hornero. “Ahora estamos en una crisis gigante, pero entre titiriteros y titiriteras hay toda una cofradía, así resistimos”, comenta.
Chocolate caliente, galletas, abrazos. En las escuelas cada propuesta cultural se recibe con entusiasmo. Valentina cree que llevar las funciones de títeres a los pueblos es como poner “pausa”, un tiempo posible para el encuentro y la ternura.
“Trabajar con infancias es muy profundo. Es un público mucho más complicado de lo que se piensa”, dice, y cuenta de la vez que un niño se le acercó después de una función para pedirle hablar con Felipito, uno de los personajes. Todo el rato el niño habló sólo con el títere, le contó cosas y jamás llevó sus ojos a Valentina.
Cuando Valentina actúa, toda vestida de negro, es como si desapareciera detrás de una sombra, para aparecer después, porque como dice, “todo arte tiene algo de uno mismo”, y algo de Valentina seguro regresa a esa primera escuela rural de su infancia.