“El bosque desierto en torno a nuestra colonia, las cajas vacías de los edificios, los diez catres plegables en lugar de camas, el hacha y la pala como herramientas y la media docena de educandos que negaban categóricamente no sólo nuestra pedagogía, sino la cultura humana íntegra, todo eso, a decir verdad, no se ajustaba en absoluto a nuestra precedente experiencia escolar (…) Para mí y para mis compañeros, los primeros meses de nuestra colonia no fueron sólo meses de desesperación y de tensión impotente: también fueron meses de busca de la verdad. En toda mi vida había leído yo tanta literatura pedagógica como en el invierno de 1920”.
Este fragmento relata la experiencia del maestro, Antón Semiónovich Makárenko, en el año 1920, cuando le encargan que organice al sur de Rusia, una colonia para educar a menores de edad. La colonia recibió el nombre de Máximo Gorki y reunió a niños que habían perdidos sus padres durante los años de la Guerra Civil.
Mientras esto sucedía, Makárenko fue construyendo su relato sobre la experiencia. Eso dio vida después al “Poema Pedagógico” y le permitió exponer en forma literaria su fundante teoría pedagógica.
Esta historia da el pie perfecto hablar sobre investigación narrativa y pedagogía. ¿Cómo pueden nuestros relatos, como docentes, construir conocimiento?
Daniel Suárez es Doctor por la Universidad Nacional de Buenos Aires en el área de Ciencias de la Educación. Además, es profesor e investigador. Su trabajo se centra en la formación docente, la investigación educativa, las narrativas pedagógicas, el currículum y la experiencia educativa. Pasó por Córdoba y, en una charla, dejó más preguntas y algunas respuestas.
Narrar para acercarnos al saber
El Poema Pedagógico es uno de los libros que funda la pedagogía soviética y que reúne la investigación narrativa con la experiencia docente. Se trata de crónicas y relatos que dan cuenta de una inteligencia pedagógica “que no necesariamente recurren a la categoría como una forma de acercarse al saber”.
Según explica Suárez, la narrativa nos permite encontrar marcas, pistas y huellas para problematizar pedagógicamente la educación. “El relato no es solamente un dispositivo textual que permite volver sobre él, sino que permite poner el foco y la atención en nombrables y en ausentes”.
Para el, la narrativa de la experiencia educativa es uno de los soportes que permite revitalizar la pedagogía, darle vida, es “dar cuenta de vidas, experiencias y trayectorias vitales que podrían estar colaborando a que la pedagogía retome un poco su sensibilidad y su carácter como campo”.
La narrativa pedagógica supone recuperar experiencias, pero también orientarse a la producción de saber pedagógico. Implica investigar las dimensiones pedagógicas de la actividad. Hay una creación y nuevas producciones de saber.
Un ejemplo: pensar los relatos docentes en pandemia
Escuchar a docentes que transitaron la pandemia dando clases permite repensar la tarea propia. Sólo a través de estos relatos se puede acceder a la propia experiencia.
“Durante la pandemia aprendimos a revalorizar la presencia, pero también nos ha generado una interrupción y repensar la presencia. Asociábamos lo presente a lo que es, a lo que se ve o se toca. El presente en la escuela venía siendo lo que se documenta, lo que uno dice y aparece registrado en una cuadricular”, dice Suárez.
Pero, “los relatos de experiencia pedagógica en pandemia nos empezaron a mostrar un cierto quiebre en esta forma de pensar lo presente. Nos hizo pensar la presencia en tiempos pospandemicos pero también lo que considerábamos presencia en el pasado. ¿Qué era estar presente en la escuela? ¿Qué asuntos quedaron fuera de la presencia escolar?
Los relatos permitían mostrar también una presencia que presuponía un metarelato del tiempo escolar como un tiempo lineal, univoco, unidireccional, único. Mientras que los relatos docentes mostraban tiempos híbridos, tiempos escolares mezclados, saturados, interrumpidos y quebrados”.
La investigación narrativa no es solo una actitud sino una forma de pensar y hacer investigación educativa “en la medida en que permite la apertura y creación de significados imprevistos, no connotados y generar significados colectivos”.
La conversación
El especialista sitúa a la conversación como una forma de entender la investigación narrativa en el campo de la educación y la pedagogía. La conversación es ideal cuándo “hay diferencias, conversar por conversar como aventura, como una forma de movilizar la inquietud, plantea una horizontalidad de perspectivas”.
“Los enfoques conversacionales nos llevan a una relación yo – tu, la singularidad y lo único e irrepetible del otro es lo que moviliza mi propio pensamiento. No podemos salir iguales de una conversación a como entramos”, dice.
Así nombra a Paulo Freire por el tono conversacional de sus trabajos, “Diario de ruta: los trabajos y los días de un maestro rural” de Luis Iglesias, “Diario de ruta. Enseñar y aprender en tiempos del renacer indoamericano” de Horacio Cárdenas y las propuestas de Olga y Leticia Cosettini.
Recuperar la pedagogía
Suárez plantea como propuesta recuperar la pedagogía como campo de saber, pero al mismo tiempo reivindicar su especificidad.
“Pensar a la pedagogía no como un campo disciplinario, el saber pedagógico no resiste los límites y restricciones y reglas de juego de las disciplinas. Pensar a la pedagogía como un campo de discurso, un campo de saber, como un campo de experiencia y de praxis atravesados por relaciones de poder. Pensar a la pedagogía como un territorio donde se posiciona el sujeto y emergen ciertos discursos donde algunos son invisibilizados”.
¿En qué medida uno pone en tensión sus propios relatos a partir del relato de otros? Tal vez el desafío más grande es un reposicionamiento de los docentes y los investigadores en la coparticipación para la investigación, dice Suárez.