Esta docente rural con más de treinta años de trayectoria puede deshilvanar el espíritu propio de la modalidad en el Día del Maestro y la Maestra. Graciela Gavotto sostiene que “la ruralidad enamora” y al tratarse de “personal único” desde siempre las palabras se sostienen desde la práctica pura.
Relató al dedillo a Villa María Educativa lo que implica trabajar en ruralidad en el medio de una comunidad educativa que sostiene a diario a su escuela: la General Martín Güemes. Asisten actualmente 21 estudiantes: desde sala de 4 años hasta 6° grado. Este año egresan tres alumnos que permanecieron en la escuela desde nivel Inicial.
Día del Maestro y la Maestra
Treinta y tres años en la misma escuela rural a la vera de la ruta que une Arroyo Cabral (12 km) con La Palestina (8 km). Todas las mañanas Graciela recorre esos cinco kilómetros que la separan de su casa de campo para encontrarse con su vocación: las niñas, los niños y las ciencias.

Su esposo se graduó en la misma escuela que ella ahora es directora y su suegra dictó clases. La mejor síntesis de esta modalidad educativa: sorpresas te da la vida y la ruralidad te la hace realidad.
“La ruralidad enamora”
Se graduó en 1988 en Educación Primaria en el Instituto Divino Corazón (Hernando) que comandan monjas Trinitarias. Su primer trabajo fue en una escuela rural donde, pareciese, que la moneda iba a seguir cayendo de ese lado y la marca comenzaría a ser indeleble.
Para Graciela “la ruralidad enamora ¿Por qué? Se empieza a querer tanto a la escuela y a las familias. Hay un vínculo más estrecho, son lazos muy importantes que se hacen. Siempre viví en el campo y sé lo que es llegar a la escuela y en las condiciones que llegan los chicos a la escuela”.
Si de lazos se trata, la seño Graciela describe: “Es un cariño muy especial que tienen con los docentes y su escuela. Se apropian y aman a su escuela: desde ayudarte a poner una planta, regarla o ayudar a un compañero porque se le desinfló una goma o ayudar a la maestra porque alguien se golpeó”.
Sus comienzos
“Mis primeras horas de clases las di en una escuela rural porque yo vivía, vivo, y viví en el campo en esos momentos entre Pampayasta y Hernando”, recuerda Graciela sobre la escuela llamada Tomás Godoy, que hoy está cerrada por falta de matrícula.

Al año siguiente se casó y se vino a vivir a Arroyo Cabral. No había terminado de desempacar las valijas de su Luna de Miel que ya la esperaban unas horas de suplencia (un año) en una escuela del pueblo: la Amadeo Sabatini.
Fue allí, en paralelo con la finalización de la suplencia, que quien era directora de la Escuela Rural General Martín Güemes pide el traslado, cuando toma esa vacante que aún conserva marcadamente en su vocación, formación y calidez hacia la ruralidad.
Los roles
La comunidad educativa muestra un importante apego a la escuela. Familias completas trabajando por años para mantener el edificio y el SUM. Justamente, este pasado sábado 9 de setiembre, se reunieron en torno a una cena para celebrar el aniversario 82 de la escuela y reunir fondos para el mantenimiento.

Otro notable eslabón, desarrollado en los últimos años, con la llegada de la Jornada Extendida, es la tarea que cumplen sus colegas de Educación Física, Teatro, Inglés y de Literatura y Tic´s. Aclara: “Ciencias la doy yo… Amo dar ese campo…”.
De más está aclarar que las dotes de Graciela no sólo llegan al pizarrón y a las ciencias, el personal único se termina transformando en enfermera, mecánica, cocinera y un sinfín de oficios conjugados por el amor a sus estudiantes. “Cuántas veces hemos hecho eso… (risas). La ruralidad tiene eso y de enfermera, un montón, y de cocinera también”, cuenta.
Estas son noticias buenas!!! Fuerza Graciela.