Camila Pino: la que no canta por cantar

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Llueve en la tercera luna del Festival Nacional de Folklore de Cosquín. Llueve como si la lluvia se acabara de inventar. Camila Pino (30), cantora y ganadora en el rubro solista vocal del Pre Cosquín, espera detrás del escenario y alcanza a ver cómo la gente comienza a irse.

“Me parece terrible haber atravesado todo el certamen para que les toquemos a las sillas”, piensa. Entonces mira para arriba y, aunque se sabe poco creyente, reza: “Yo sé que vos no me conocés, yo a vos personalmente tampoco, pero Mercedes, si estás ahí, por favor, por favor, ayudame… ayudame a que frene un poco la lluvia”.

Y la lluvia frena. La gente regresa y en el escenario gira el plató que presenta a Camila Pino ante la mítica Plaza Próspero Molina. La misma que hace 60 años oyó por primera vez a una joven tucumana de 29 llamada Mercedes Sosa.

Sueños de Cosquín

“Terminamos de tocar y volvió la lluvia, increíble -dice Camila, que ahora se encuentra en Bell Ville, su ciudad natal-. Fue una experiencia hermosa. Era un escenario que hacía mucho quería visitar, sobre todo, porque me recuerda a mi niñez”.

Viajes de verano y Cosquín. Camila cuenta que su padre siempre tuvo el anhelo de tocar ahí. “Fueron muchos los viajes para tratar de verlo tocar en una cacharpaya (en la trasnoche del festival). Estar en ese escenario para mí fue como recuperar todo eso y sentir que un poco habíamos ganado los dos”, dice.

Camila es estudiante avanzada en la UNVM: empezó con Ciencia Política y luego sumó Composición Musical con Orientación en Música Popular. Mundos que se mezclaron desde su infancia porque dice que creció rodeada de instrumentos musicales y con un montón de fotos de Salvador Allende y Víctor Jara en su casa.

Cuenta: “Mi papá es chileno y me crié escuchando música que en su momento fue de protesta, por eso también tengo la convicción de que la música tiene que contener un discurso poderoso”.

Un certamen federal

Es la primera vez que Camila -con un disco en su haber- participa del Pre Cosquín. Un certamen federal que cada año busca acercar nuevos talentos y promesas al legendario festival.

“Lo que a mí me empujó a presentarme fue este contexto político que estamos viviendo. Me pregunté: ¿Qué estoy haciendo con mis canciones? ¿Qué estoy haciendo con mi música? ¿Habito sólo los espacios que me generan comodidad?”, comenta.

Camila, con su familia, portando el reconocimiento del certamen

Y agrega: “Tenía el prejuicio de que el Pre Cosquín era una competencia hostil. Descubrí que es otra cosa. Hay todo un movimiento artístico, una subalternidad de obreros de la música trabajando de una manera muy admirable; hay un montón de gente increíble en el resto del país que se esfuerza un montón para estar ahí”.

Mery Murúa, que me acompañó durante todo este proceso, siempre dice que Cosquín es el reflejo de la sociedad argentina, y para mí lo es. Por eso creo que hay que habitar estos lugares”, sostiene. 

Manifiesto

Acompañada por Juan Murúa en guitarra, Franco Helman en percusión y Pedro Saad en acordeón, Camila interpreta un repertorio de canciones entre las que destacan Zamba de los mineros de Jaime Dávalos y Tarumba de Teresa Parodi. “Qué alegría poder estar acá esta noche ofreciendo mi canto”, dice extendiendo una mano, como si sacara algo de sí muy hondo para entregarlo después.

En conversación con Villa María Educativa, dirá: “A mí la universidad me dio muchas herramientas, musicalmente hablando, pero además me permitió conectar con amigos que tienen la misma búsqueda musical, estética y política. Para mí la síntesis de todo es el mensaje, es lo que yo quiero decir con la música y lo que quiero denunciar también”.

Camila junto a sus músicos

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