Escritura, memoria e identidad: Un taller, muchas voces

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(…) Las voces de los otros adentro nuestro, incluso las / de los muertos / acentos / frases que nos acompañarán. Del otro lado del teléfono, Camila Felipe (27) lee un poema de Cristina Banegas.

En esta conversación con Villa María Educativa, la joven nos cuenta sobre el Taller de escritura, memoria e identidad que brinda en el marco del Instituto Municipal de las Artes (IMA).

Una propuesta que invita a volver sobre la historia propia y la de los demás para intentar construir un espacio común donde descifrar cuáles son las voces de las que estamos hechos.

Memorias individuales y colectivas

La cita es todos los miércoles a las 19.30 horas en la Biblioteca M. Moreno (Av. Sabattini 40). Jóvenes y adultos que deseen asistir pueden hacerlo de manera gratuita.

“La propuesta es pensar la elaboración de los textos a partir de nuestras memorias significativas: historias que nos hayan contado y marcado, recetas de cocina que nos lleven a la infancia o nos recuerden a algún momento de la vida, canciones, personas …; pero también a partir de memorias de otros”, dice Camila.

“Memorias de lugares, memorias individuales y colectivas -agrega-, porque la memoria también es parte de la identidad: uno efectivamente es y va siendo a partir de lo que va viviendo, de lo que va recordando, de lo que elige seguir teniendo presente y de lo que muchas veces no”.

A su vez, el taller es una invitación a “no sólo pensar el texto en su concepción más canónica, sino también explorar esos límites desde lo lúdico”. Texto e identidad en su sentido más amplio y una memoria que es pasado pero también se construye en tiempo presente.

Los distintos soportes de la escritura

“El texto en su amplia definición puede estar en muchos lugares de distintas maneras. Por eso también desde el taller proponemos trabajar con otras dinámicas como las del collage. La literatura puede ocupar también un lugar más cotidiano y no tan sólo encasillado al objeto libro”, dice.

Si bien en el taller “hay muchas chicas y chicos que tienen ganas de reencontrarse con la escritura”, Camila explica que el espacio también se abre para quienes busquen expresarse y contar historias de diversas maneras.

“Hay una compañera que, por ejemplo, a través de bordados está haciendo un libro textil -cuenta-, y en una parte ella dice algo así como escribir es bordar con el hilo. Son muchas las maneras en las que se puede ir escribiendo”.

Y sobre el grupo de los miércoles, menciona: “Viene siendo un grupo bastante divertido, así que es un buen plan sumarse. Nos encontramos a explorar la creatividad del decir, del contar, en un espacio que se ha vuelto bastante cuidado. Todos nos escuchamos con mucho respeto, nos acompañamos y nos vamos conectando, de alguna manera, con recuerdos también similares”.

Las prácticas de memoria

Camila es estudiante avanzada de la Licenciatura en Lengua y Literatura de la UNVM, pero también, como dice ella, muchos años de la vida hizo teatro, otros tantos, sólo cantó. “Algo que a mí me interesa desde siempre, no sé por qué, pero siempre me llamó la atención, son las artes en su amplitud”, agrega.

Camila  dice que su historia, además, siempre se vio atravesada por las prácticas de la memoria; es sobrina de Ester Felipe, desaparecida en Villa María durante la última dictadura cívico-militar. En el taller que brinda, las preguntas sobre la identidad y la construcción de la memoria se expanden.

Camila: «La memoria también es parte de la identidad»

“Creo que las prácticas de memoria, más allá de las ligadas a procesos de dictadura, de alguna manera son las prácticas que nos van formateando a todos nosotros, como cuando uno elige de qué manera quiere compartir algo que sabe, qué aprendió y desde qué lugar lo hace”, menciona.

“Qué prácticas de cuidado nos generamos que sean más comunitarias, más desde la ternura, la escucha, del pensarnos con otro, creo que eso también forma parte de las prácticas de memoria, eso nos va quedando y nos va haciendo identitariamente”, destaca. Y de nuevo las huellas, las marcas, las voces.

Esos acentos criollos de mis tías cantando, los hermanos payando borrachos en las fiestas familiares / en el patio de la casa / Y mi padre cantando tangos, cantando con mi madre / Nido gaucho / Todo el viaje de Buenos Aires al Mar del Plata cantando / Sigo escuchándolos, sigo extrañando esas voces. Así termina el poema.

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