Juan Pablo Amante sin disfraz en “Un living en la hoguera”

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“Yo soy más tímido de lo que parece”, dice Juan Pablo Amante (46). Sentado en uno de los sillones de su “living en la hoguera”, el artista habla sobre la muestra que estuvo instalada en la Usina Cultural hasta el 6 de abril.

“Simbólicamente, todo esto para mí es un montón. Siento que estoy compartiendo un montón”, agrega. Amante abre “la cocina” de sus procesos creativos en una instalación que simula ser el living de su casa.

Libros, cuadros, trajes cosidos a mano, cajitas, sombreros, plantas, retazos de telas bordadas con poemas. Pequeños grandes tesoros que el artista colecciona y reúne para la ocasión. Una mezcolanza de sus pasiones. Un manifiesto de aquello que lo obsesiona.

Eran los ‘90

“Hay miles y miles de artistas que hacen exactamente lo mismo que yo. Ni siquiera es original. Me parece que es una pulsión. Es una necesidad que podés tener vos acá y yo en Villa Nueva. Uno en África y otro en Israel…”, responde Amante a la pregunta de cómo empezó a hacer todo lo que hace.

Dice que por mucho tiempo se creyó una historia, una bio que escribió una vez en Facebook. Una especie de cuento lineal, sin tantos recovecos, donde decía que descubrió que le gustaba el teatro recién a los ventipico.

Es verdad que por esos años hizo su primer taller de teatro -el único que encontró gratis- en la UEPC, y que después incursionó en la Comedia Universitaria de la UNVM, con Alicia Muxo. Pero “el escenario” ya le gustaba desde mucho antes.

“En la primaria yo bailaba breakdance. No me daba vergüenza, armaba coreografías y todo. Claramente ya hacía cosas relacionadas a lo artístico. Lo manifestaba bailando. Y no sólo eso, sino bailando para preadolescentes. O sea, ¡era carne de cañón!, ¡eran los ‘90! Pero no me importaba”, cuenta.

Del breakdance a “PASHASHO”

Sin embargo, sobre ese tiempo lo que más resalta es que “algo” permaneció “tapado”, quizás por incomprensión, quizás por el contexto social. “Después, cuando fui adolescente, yo solo me tapé. Negué durante diez años o más todo esto. Era una ameba. No existía”, comenta.

En primer año se quedó de curso porque no fue a rendir una materia. En segundo dejó la escuela y dice que los profes fueron a buscarlo a su casa para que retomara. Tenía 21 años cuando terminó el secundario. “No sé qué hice, ni cómo sobreviví a esa época”, relata.

Y agrega: “La memoria hace aguas. Y por eso es tan disruptivo el payaso. El payaso es puro presente. No es ni atrás ni adelante. Es acá. Cuando estás en escena, no podés mentir. Eso de que la máscara más pequeña del mundo es la nariz del payaso, es verdad. Vos te ponés una nariz y hay algo físico, hay algo emocional que se activa. Es el único momento en el que me puedo escapar un ratito”.

Amante: «Cuando estás en escena, no podés mentir».

Amante habla ahora de PASHASHO, su personaje clown con el que lleva casi siete años en escena y que “encontró” en los talleres de Julieta Daga. La frase que cita es bien conocida en el mundo clown y completa dice así: La nariz del payaso es la máscara más pequeña del mundo, la que menos esconde y la que más revela.

En Un living en la hoguera se ven las hilachas de los bordados sobre las telas que cuelgan. Es como si algo acá también insistiera por salir.

El Diablo es… 

“La gente me da cosas”, dice Amante, por eso la muestra está hecha de retazos, de reciclaje. “La idea era compartir lo que estaba o estoy pensando y habitar el espacio de la Usina: venir, ponerme a bordar, ensayar, recibir gente…”, cuenta sobre la instalación.

“Me acordé también de unos textos de Galeano en el libro Espejos donde habla de qué es el Diablo: el Diablo es homosexual, es negro, es indio, es gitano, es musulmán, es comunista, es pobre, es mujer… y me pregunté qué otros demonios hubiera agregado Galeano si estuviera vivo”, dice. Recortes de estos textos pueden leerse en la muestra.

“El diablo es trans”, piensa Amante tras el regreso de “las nuevas derechas”. El diablo es jubilado, podría ser otra respuesta. Como en cada obra de Amante, el componente social y político no está ausente en Un living en la hoguera, “no importa cuando leas esto”. Y la poesía también es otro modo de ser y decir. Un puente, como el de Villa Nueva, que Amante cruza.

Un lugar llamado Villa Nueva

Del otro lado del puente, en Villa Nueva, Amante trabaja como coordinador pedagógico del Centro Educativo de Nivel Medio para Adultos (CENMA). “Estoy en la institución desde siempre”, dice sobre este, su “trabajo más estable”. En Villa Nueva, además, vivió hasta sus 17 años. 

Amante, que estudió Educación para Adultos y Trabajo Social, dice que “si su trabajo en la escuela no existiese” no podría hacer todo lo demás. Con lo demás se refiere, sobre todo, a lo artístico. Al estilo Hebe Uhart cuando dice que no hay escritores sino que “hay personas que escriben”: hay coordinadores pedagógicos que hacen arte contemporáneo.

Cuando Un living en la hoguera cerró, Amante volvió, como otras veces, a sus “papelitos y dibujitos”, a todo “ese mundito” que dice que no está dispuesto a perder. “Sé que así no voy a ganar plata, pero es lo que elijo: yo me inventé esto”, dice.

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