Escribe: Analía Ramírez (Profesora de Historia del Instituto del Rosario, ProA Villa María y FUNESIL. Integrante del Instituto Municipal de Historia).

Somos los sobrevivientes … los que propusieron los testimonios de los laberintos de las cárceles, de los pozos, de los aviones de la muerte, los que iniciaron el camino de la Memoria… (Fragmento de poema Los Sobrevivientes de Elvio Omar Toscano)
¿Qué papel tiene la escuela en la construcción de la Memoria Colectiva? ¿De qué manera enseñamos o abordamos los hechos que formaron parte del terrorismo de Estado en nuestro país desde el sistema educativo?
Esta semana, en distintos cursos de las instituciones donde ejerzo mi profesión tuve que abordar el tema del Día de la Memoria, la Verdad y la Justica y pregunté a estudiantes del secundario de primer y segundo año ¿que se conmemoraba, recordaba en esta fecha próxima y por qué del feriado? hubo un silencio abrumador…, esperé unos segundos y se me ocurrió preguntar otra cosa ¿Saben que pasó en Europa con el Holocausto Judío durante la Segunda Guerra mundial? , y las manos comenzaron a levantarse con mucha ansiedad…
Conversamos un rato y luego volvimos a hablar del tema inicial descubriendo que algunos conocían algunos datos muy dispersos de los sucesos tan terribles que sufrió nuestro país durante la época que conocemos como “Terrorismo de Estado”… Cabe preguntarnos… ¿Por qué saben más de un hecho europeo (a sabiendas que fue parte de una Guerra Mundial y parte de uno de los genocidios más grandes y cruentos de la historia) y con tanta claridad conceptual que de una época de la historia reciente de nuestro país con consecuencias tan dramáticas para nuestra sociedad? ¿Qué tipo de narrativas compartimos en las aulas acerca de estos sucesos? ¿Por qué aún hay tanto desconocimiento o impera en los discursos populares el “algo habrán hecho”? Tantas preguntas y causas…, no podemos abordarlas a todas, pero si podemos problematizar un poco ciertos aspectos.
El relato que acabo de narrar y que es una experiencia reciente sucede casi todos los años cuando tratamos esta temática en las aulas y nos invita a reflexionar acerca de la importancia de la construcción de una memoria colectiva y por supuesto y no menos importante del papel de la educación, de la escuela a tal fin. La misma debe abordar, con urgencia y responsabilidad académica y ética, lo que ni más ni menos el curriculum prescribe: “Educar por y para la Democracia”.
Memoria, Educación y Resistencia
A modo de comenzar me pareció importante reflexionar acerca del concepto de memoria, la misma está constituida por el nivel personal y también social, la memoria es una construcción activa, forma parte de nuestra vida cotidiana y de nuestros vínculos con el mundo y si bien es un rasgo individual también posee una naturaleza social y compartida.
La memoria histórica conforma nuestra identidad, tiene mucho que ver con el pasado, pero también con el presente, es una relación dialógica que se revisa, muta, se transforma y determina en gran medida lo que seremos en el futuro.
El Día 24 de Marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y Justicia, nos interpela a volver a pensar, analizar, discutir el alcance de esta fecha ya que conforma una memoria social y colectiva que abraza y defiende la idea democracia.
Es importante resaltar que la escuela tiene, y ha tenido, un papel fundamental en la construcción y transmisión de la memoria colectiva en nuestro país desde tiempos remotos, el papel político de la educación desde la construcción del Estado Nacional es indiscutible. Por ende, ante la avanzada actual de un discurso evidentemente negacionista y calumniador de vastos sectores de la dirigencia política sobre lo sucedido en la última Dictadura Militar, resistir de manera sostenida y activa es inminente, dentro y fuera de las aulas, repitiendo hasta el cansancio “Nunca Más”.
En la actualidad y como ya se mencionó, existe una clara promoción de políticas de olvido o de «reconciliación». Experimentamos, además, y no con poco asombro, como hay quienes están dispuestos a visitar el pasado para aplaudir y glorificar el orden y progreso que, en su visión, produjeron las dictaduras.[1]
Lo sucedido en la última dictadura militar en nuestro país cuenta con investigaciones científicas y fuentes históricas [2]que demuestran firmemente cómo las Fuerzas Armadas en nombre de “la aniquilación del terrorismo” utilizó toda la maquinaria estatal para actuar como verdaderos terroristas, al negar todo tipo de derechos y garantías a la población a la que decían defender, aplicando la tortura, la desaparición y el exterminio que se cobró la vida de distintos sectores sociales, entre ellos docentes y estudiantes.[3]
La escuela, la educación en general, fue para los militares un enemigo en potencia, el sistema educativo durante la última dictadura militar de 1976 a 1983 “estuvo en la mira”. En este contexto se destacaba, según los discursos oficiales, el poder de la educación de una forma paradójica y hasta contradictoria desde dos aristas diferentes: por un lado se concebía como un instrumento para la infiltración subversiva, por el otro como un pilar en la lucha contra el enemigo. A las estrategias ideológicas se sumó también el recurso de la violencia dentro de una concepción de “estrategia Nacional Contrasubversiva”, desarrollada por el Terrorismo de Estado. [4]
Las políticas de exclusión eran moneda corriente en ese contexto, existían decretos y resoluciones que limitaban el curriculum a enseñar a través de la prohibición de textos, autores y contenidos, y además se prohibían y desarticulaban las organizaciones sindicales docentes y estudiantes que también se tradujeron en expulsiones, cesantías y desapariciones. También se cerraron universidades y carreras, por ende, no podemos dudar de la clara intención que tenía el Estado en ese momento: cercenar el derecho a la educación de las mayorías. Además, se dieron las trasferencias de los llamados servicios educativos a las provincias que mostró claramente la falta de responsabilidad del Estado en su rol de educador.


Desde el Estado se instauró un reinado del Terror, con cierta legitimidad de los medios de comunicación y gran parte de la sociedad civil. El terror, el miedo impuesto, sobrevolando los estigmas de la sociedad fue la gran batalla que dieron los militares (¿la ganaron?), porque trasvasó el tiempo, porque aún hoy se vivencia, se siente, y sin lugar a dudas ha calado fuerte en la conciencia colectiva disciplinando sistemáticamente a vastos sectores de la sociedad. Entonces pensemos… No es casual, el silencio de los estudiantes de primero y segundo año en las aulas (como seguramente en muchas otras aulas de nuestro país), no es casualidad la falta de contenidos serios y responsables impartidos en la escuela para mantener la Memoria activa, viva, comprometida, no es casualidad la falta de diálogo y problematización en el interior de los hogares de estos sucesos tan traumáticos de la historia argentina.
Reconstruir el tejido social, no ha sido fácil en los años posteriores a la Dictadura, mantener viva la memoria ante los avatares de gobiernos conservadores ha sido una tarea ardua para muchos de los organismos de Derechos Humanos en nuestro país, entre los que merece la pena mencionar “Las Madres de Plaza de Mayo”.
El contexto que vivimos en nuestro país amerita hoy más que nunca una reflexión crítica y constructiva, romper con discursos que creíamos caducos, obsoletos como el “de la Guerra Sucia” o “La Teoría de los Dos Demonios” es imperioso. Comprometernos con la actual “Batalla Cultural” como muchos medios y políticos mencionan insistentemente no es una tarea fácil, pero es responsabilidad de todos y todas.
La educación, la escuela, nuevamente se encuentra “en la mira”. Por ende, el “Nunca Más” debe constituirse como brújula de nuestra praxis profesional orientado a respetar, proteger y promover los derechos humanos de todos y todas las y los ciudadanos, “Nunca Más” como límite a los negacionismos, a la impunidad y los desánimos del olvido y la desidia.
[1] Jelin, Elizabeth, Los trabajos de la memoria, 2002, Ed Siglo XXI.
[2] Entre las fuentes podemos mencionar el informe redactado en el Diario La Nación por el periodista Hugo Alconada Mon donde saca a luz un Archivo de Seguridad Nacional de la Georgetown University que da cuenta de una cantidad de muertos y desaparecidos alarmantes.
[3] Según la CONADEP, EL 5, 7 % de las víctimas del Terrorismo de Estado eran docentes y el 21% eran estudiantes. (Informe de la CONADEP 1985, p. 480.)
[4] Memoria y Dictadura, un espacio para la reflexión desde los Derechos Humanos, p 33.