Esta historia cuenta que no hay invierno alemán que pueda con las ganas de aprender de una adolescente.
Milagros Cavagliato es una joven de Villa María que a finales de 2018 viajó para radicarse con su familia en Alemania.
Toda la formación de Milagros en Villa María transcurrió en la escuela El Caminante desde el Jardín de 3 años hasta 3º año que apareció la oportunidad de emigrar a Europa. En la escuela villamariense fue abanderada en sexto grado.

Llegó a Alemania el 26 de diciembre de 2018 con 15 años en el medio de un duro invierno. Actualmente tiene 17 años y en octubre ya los 18.
Vive en la ciudad de Wuppertal (Renania del Norte-Westfalia) ubicada al oeste de Alemania.
“Fue un cambio bastante grande. Cambio de país, cultural…. de todo” le dice a Villa María Educativa. “Hay que decir que fue bastante difícil. Especialmente porque no fue temporal sino que es algo más bien definitivo”, enfatiza. Y cuenta: “Fue complicado dejar todo…, y no sólo dejar todo aquello que dejé en Argentina, abrirse y adaptarse a nuevas cosas. Nuevas formas de vivir y de adaptación”.
“Agradecer mi inglés a El Caminante”
Las realidades del sistema educativo en Alemania son bastante diferentes al nuestro.
En ese país existe lo que se denomina La Casa de la Integración: allí se encargan de guiar a aquellas personas que vienen del extranjero. Su labor se desempeña en todos los ámbitos donde el recién llegado interactuará: trabajo, educación, idioma, entre otros. Ahí encontró asesoramiento donde la primera cuestión que Milagros tomó en cuenta fue que debía arribar al país antes de los 16 años.
“Alemania es un país intercultural. Conviven personas que llegan de muchos países. Unión Europea, de países en guerra, muchos refugiados políticos. Por ese motivo hay mucha variedad de cultural. Se escuchan muchos idiomas, en la calle, en los colectivos”, nos cuenta.
“Esto facilita muchas cosas. El inglés fue una herramienta fundamental: debo agradecérselo a El Caminante. Mi posibilidad de poder comunicarme en ese idioma me ayudó muchísimo para poder hacerlo en un principio”, explica.
“Si estás de vacaciones podes comunicarte en inglés pero si venís a vivir debes aprender alemán”, dice.
De su arribo a Wuppertal hasta el ingreso a la escuela transcurrieron tres meses. Los primeros días fueron grises, fríos, con lluvia y cortos: a las 16.30 ya anochece. “Todo eso no me lo hizo fácil pero por suerte en esta Casa de la Integración me ofrecieron participar de cursos de idioma, artes para adolescentes extranjeros”. Ahí aprendió alemán básico. “Me ayudó bastante…” en la socialización explica.
Quienes comandan esa integración dudaban en enviarla a una escuela integrada (de 13 años de trayecto académico total) o una suerte de instituto de enseñanza Media (12 años de duración). Le aconsejaron asistir a la escuela integrada para contar con año más para aprender el idioma “y no sentir esa presión de aprender más rápido”.
El sistema educativo alemán consiste en el Jardín de Infantes (Kindergarten) desde los 3 años; Primaria (Grundschule) de 4 años, de ahí deciden los profesores, en parte basándose en las notas, a qué tipo de escuela cada alumno podría asistir. Cuatro tipos de escuelas aparecen en escena: el Liceo (Gymnasium) dónde se hace el Bachillerato, la Escuela Integrada (Gesamtschule) que da la posibilidad de hacer el Bachillerato y otras opciones; el Instituto de Enseñanza Media (Realschule) que es una escuela secundaria de 10-16 años, de grado inferior al liceo y la escuela de enseñanza general básica (Hauptschule) con formación escolar mínima obligatoria que comprende entre los 10 y 16 años. Las notas juegan un papel importantísimo a la hora de definir eso y básicamente todo.
“Puedo ir al baño en alemán”
Un 11 de marzo de 2019 se abrió paso hacia la escuela. “Después de esos tres meses de espera, deseaba ir a la escuela, llegó ese primer día de clases y me sorprendió por su tamaño”, recuerda. Su mamá la acompañó hasta la puerta y se abrió otro mundo. “Fue bastante shockeante. Una escuela tan grande, con tres pisos y mil alumnos”, rememora. Cuando ella llegó estaba el millar de estudiantes en el recreo. “No quiero entrar…”, le dijo a la mamá. Redobló su valor e ingresó. “Puedo ir al baño en alemán” fue la primera frase aprendida y ofició de espada destructora de temores.
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Fue bastante difícil entender a los profesores. Casi similar a comprender como en una denominada “clases internacionales” donde no hay temario integran a estudiantes extranjeros con un propósito en común. “Compartís con chicos que a lo mejor nunca fueron a la escuela porque provienen de países en guerra, no saben leer ni escribir, o dominan sólo su abecedario. Los profesores se iban a adaptando a cada necesidad”, relata.
Después apareció alemán (gramática y expresiones) matemática, inglés, biología y hasta asistir a un taller donde trabajan la madera (bastante similar a Tecnología en nuestro secundario tradicional). Sin duda todo en idioma alemán para reforzar conocimientos básicos.
Se hizo amiga de Nedžla (proveniente de Bosnia), ambas ingresaron el mismo día a la escuela y al principio solo se comunicaban en inglés. “Tenemos que empezar a hablar alemán” coincidieron un día.

La instancia de un extranjero en “clases internacionales” se sugiere que no se permanezca más de dos años para no interferir en la formación superior.
Milagro tiene vacaciones de Pascuas (dos semanas en abril), de Otoño (octubre dos semanas), de Invierno (dos semanas o de Fiestas Navidad) y de Verano (julio o agosto), según lo regule cada Estado (provincia). Igual que en Argentina pero distribuido de otra manera. “Tengo que reconocer que ese tipo de vacaciones en el año, de dos semanas, sirven para relajarse un poco ya que no hay tantos feriados como en Argentina”, nos refleja.

Ya ingresada a las clases “regulares” (de lo que sería 2º año en Argentina) cursaba matemáticas, inglés, física, economía del Trabajo y cuando no había clases de este tipo asistía a más clases internacionales. “No sé si complicado, pero sí raro fueron los test de vocabulario en idiomas extranjeros”, cuenta. Palabras escritas en alemán e inglés y el alumno debe definirlas y escribirlas en el idioma opuesto.
“Sociabilizar en una clase con otras personas no me fue fácil porque mis conocimientos del alemán no eran muy avanzados”, relata. “En su momento era muy tímida, no me anima a sociabilizar. Ellos eran muy agradables pero yo de cierta manera me cerré por no poder hablar y expresarme como quería”, recuerda tan sólo por un período de tiempo durante su primer año lectivo.
“Ya no traduzco, pienso en alemán”
A instancias de un par de docentes, por las condiciones de Milagros, la proponen ascender dos años en su trayectoria de cursado: para ellos de la Octava clase a la Décima (cuarto de año de Argentina), último año obligatorio de la escolaridad alemana.
Con la adrenalina a full por ese salto cualitativo en paralelo le ofrecen realizar una suerte de “viaje de proyecto” a Croacia para colaborar en un proyecto institucional.
Sin el Bachillerato (Medio) no se puede ingresar a la universidad aunque para hacerlo no se necesita ningún cursillo de ingreso. Para algunas carreras sí es necesario contar con un buen promedio en el trayecto anterior.
No sólo está el camino universitario sino existen también Escuelas de Oficios o un Bachillerato Técnico Superior.
Para una de sus clases visitó un Campo de Concentración (febrero 2020 previo a la pandemia) en el marco del recorrido académico para conocer aspectos sobre la Segunda Guerra Mundial y la llegada al poder del Partido Nacional Socialista. “Nos sirvió mucho para conectar lo que habíamos estudiado en la teoría con la práctica de la visita que duro cuatro días. Aprendimos bastante. Fue interesante”, dice.
Milagros comenta que en aquel país también se discutió públicamente en los medios y en la sociedad la capacitación docente para hacer frente a la virtualidad declarada la pandemia. “Ahí se puso de manifiesto la situación de las escuelas y los profesores para dictar clases vía Internet”, asevera. «Fue bastante complicado”, dice.
Milagros luego de varios requisitos fue promovida por sus notas a realizar el Bachillerato, previo haber recibido su diploma. Luego sobreviene una suerte de 5º año (Undécima clase) donde se debe elegir materias para su cursado. “Aquí ya comencé a sentirme más cómoda, más segura. Todo era mucho más fácil, más transitando la pandemia”, esgrime.

Desde diciembre último continúan recibiendo clases virtuales de acuerdo a los rebrotes de la pandemia que azotó a Europa. “Para bastantes chicos es muy complicado la virtualidad, no para mí. Si siento la necesidad de esa vida escolar para hablar, conocerse y entablar vínculos”, reconoce.
Su alemán fue mejorando y eso ayuda al desempeño de Milagros en las etapas que sobrevienen. “Ya no traduzco, pienso en alemán, formulo la oración en alemán… Así se aprende mucho”, se observa por estos días.
En su actual Bachillerato debe cumplir 34 horas semanales de clases.
El futuro: “Todavía no estoy muy segura, pero por ahora estoy entre cuatro opciones: Profesorado de Danzas; Traductorado de Alemán, Inglés y Español; Medicina Natural o Arquitectura”, nos cuenta.