Día del Maestro y de la Maestra: “Ser docente es aprender de lo que nos rodea”

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Una maestra de la Escuela Avellaneda se destaca por sus marcadas actitudes con estudiantes y las familias de las barriadas adyacentes. Con 34 años de labor docente Roberta Cabral repite que “ser docente es aprender de lo que nos rodea”.

Con una comunidad educativa marcadamente vulnerable, además de docente, como suele ser habitual, también suele oficiar de mamá o papá postizo: “siempre digo que no sólo es enseñar sino también aprender de lo que nos rodea día a día”.

Día del Maestro y de la Maestra

Durante los últimos 20 años llega desde Villa Nueva todos los días a las 7.45 a la Avellaneda para recibir a sus alumnos y alumnas de 3° grado. Como es habitual, hasta el mediodía se prolonga el dictado de clases y luego se convierte en docente de Jornada Extendida hasta las 14. Dicta las cuatro áreas principales del sistema y, como si fuera poco, también enseña ciencias por cinco grados diferentes.

Ella repetirá durante la charla que “es muy hermoso el grupo de compañeras (de trabajo) que tenemos. Es un equipo desde el directivo hasta la última docente. Somos re compañeras de años…, nos ayudamos, nos fortalecemos. Realmente llegué hace 20 años y nunca pedí el traslado porque me siento muy bien ahí”.

“Ser docente es aprender de lo que nos rodea”

Cabral sostiene que en eso de “ser docente es aprender de lo que nos rodea” lleva implícito “no sólo el hecho de enseñar sino también de formarlos en valores para la vida”. Le insiste al cronista de Villa María Educativa que no se cansa de enseñar repitiendo la necesidad de aprender valores “como la solidaridad, la empatía. Nosotras (las docentes) somos muy solidarios con las familias, escuchamos mucho a las familias para comprender a los niños también…”.

Roberta ya educó a dos generaciones de varias familias de los barrios adyacentes a la escuela. “Siempre digo que vieja que estoy…(risas) Fui maestra de varios padres (y madres). Conozco a casi todas las familias. Llegué ahí para quedarme…”, remarca. Y agrega sobre las necesidades que la población a la que esas docentes atienden no es sólo económica: “el afecto es algo…, siempre digo que a través del afecto yo llego a los niños, la comprensión del escucharlos, ellos requieren siempre de un apoyo constante”.

Un aula de la Avellaneda, el lugar en el mundo de Roberta

En materia de vocaciones, Roberta retroalimenta un poquito todos los días ese espíritu docente. “Para ser docente se necesita vocación, eso es lo principal. No le erré en la vida porque yo lo elegí y me siento muy reconfortada de haberlo hecho. Los logros suenan tan satisfactorios: por ejemplo, que los niños aprendan a leer, una lucha de todos los días”, explica.

De tantos años en la misma escuela, en la Avellaneda circula y se ventila un chascarrillo de sus colegas: “A esta escuela la hizo Perón y después entró la seño Roberta…”.

Aún le restan dos años para su jubilación, pero su partida, seguramente, dejará un vacío en las barriadas del San Martín y del Nicolás Avellaneda.  

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