El plan era aprender a grabar bien los discos. Su deseo al regresar: enseñarles al resto de sus colegas cómo hacerlo, “esparcir” lo aprendido durante su estadía en Los Ángeles, Estados Unidos.
Un Mario Breuer de 19 años lo decidió rápidamente. Tenía que viajar a estudiar afuera lo que no existía en Argentina ni en otro país de Latinoamérica en ese momento. Ingeniería de sonido, o el arte de escuchar el corazón de una canción y hacer que el latido dure para siempre.
45 años adentro de un estudio
“Hay una cuota de buena suerte, pero también una cuota de ir a un lugar y tener las metas muy claras y saber muy bien qué es lo que uno quiere y así eventualmente no perder oportunidades”, dice sobre sus inicios.
Del otro lado del teléfono, Breuer (68) suena predispuesto para alguien que acaba de trabajar más de diez horas en una grabación. Hablamos sobre su vida y su vida incluye a Charly García, Spinetta, Los Abuelos de la Nada, Mercedes Sosa y otros grandes. Sin necesidad de sacar cuentas dice: “Hace 45 años me metí adentro de un estudio y todavía no salí”.
–Mario, trabajaste con el Ensamble Instrumental de la UNVM y este viernes 30 la misma universidad te designó Profesor Honorario, ¿cómo recibís este reconocimiento?
–Ante todo, sorprendido alegremente. Me genera casi una incomodidad también, de tanto que es, pero lo tomo porque desde hace 20 años tenemos una buena relación con la universidad, hicimos muchísimas cosas.
Además, yo tengo como una especie de espíritu eternamente educador. Llevo 40 años enseñando esta profesión. Disfruto y me gusta mucho la docencia. Entonces, si bien nunca estudié para profesor, recibo orgulloso y sin rezongar este reconocimiento.
Puedo decir, con poca humildad, que me siento merecedor, pero aparte me encanta que sea la Universidad Nacional de Villa María, y que sea en una ciudad que he visitado tanto, donde conozco a un montón de gente. Creo que es la única universidad con la cual mantuve una relación tan larga. Me pone muy contento.
–Y seguramente tendrás, Mario, algún recuerdo de cuando te encontraste con este deseo de hacer discos…
–En realidad hubo dos momentos. Hubo un primer momento al cual no le presté atención. Yo tendría unos 11 o 12 años y había salido el disco de los Beatles, Abbey Road.
La primera tirada venía con un libro bastante gordo de fotos de las sesiones. Y esto era solamente para los que compraran el disco los primeros días. A un muy amigo mío se lo regalaron. Así pude ver una imagen donde está John Lennon con sus pies sobre una consola junto a todos los músicos.
Cuando vi esa consola, dije “yo no quiero poner los pies, yo quiero poner mis manos sobre esa consola”. Era muy joven y después dejé de molestar con el tema consolas, pero me metí bastante seriamente a estudiar y escuchar música.
–Después hubo un segundo momento…
–Una vez terminada la secundaria y después de haber cursado 13 materias de la Licenciatura en Psicología. Me conseguí un trabajo en un sello discográfico y un día me mandaron a abrir esa puertita del fondo que siempre estaba cerrada con llave. Uno de mis jefes me dijo: “Mario, vaya al estudio a limpiar un poquito, ordénemelo que tengo que trabajar”.
Me dio la llave, abrí esa puerta, prendí la luz y la luz era una bombita que colgaba de dos alambres. El cuarto era todo de ladrillo picado, feo, que ahora está de moda, pero en esa época no lo estaba. Había una mesa, un poquito torcida y desvencijada, con una consola y dos grabadores de dos canales. La pared tenía unos clavos con pedazos de cinta de grabar colgando y en ese momento fue que me di cuenta.
Un argentino en la casa de Barbara Streisand
Dice Breuer que a sus 19 años, entrar a ese cuarto y recordar la foto de la consola y a Lennon, fue como un “insight”. Decidió lo que quería hacer y restaba entregarse, viajar a Los Ángeles para estudiar. Eso finalmente sucedió a sus 22.
–Contame cómo se dio el viaje a Estados Unidos. ¿Sabías el idioma?, ¿allá tenías a alguien que te esperara?
–Tenía mucho que aprender antes de irme a Estados Unidos. Tuve otros trabajos, di muchas vueltas, pero en algún momento todos los astros se alinearon y se dieron las condiciones para que viajara.
Yo hablaba inglés de chico, mis padres me mandaron a una escuela de doble escolaridad. Y tenía un amigo que con su mujer vivían en Los Ángeles. Ellos me alojaron durante un mes mientras yo buscaba un departamento, un auto para poder moverme, un lugar donde estudiar y un trabajo, por supuesto.
–¿De qué trabajaste?
–Trabajé en un negocio donde hacían servicio de televisores, de sonido y también instalaban radios para autos. Estaba al borde de Beverly Hills. Fue muy divertido andar por ahí, me pasó varias veces de estar en casas de gente famosa. Alguna vez, por ejemplo, estuve en la casa de Barbara Streisand, pero Barbara no estaba.
Lo importante fue que también tenía un amigo que me llevaba a su estudio a menudo. Ese era otro de mis trabajos. Los fines de semana me iba a su estudio que quedaba en Malibú y cocinaba al mediodía para los músicos. A cambio, después me dejaban quedarme muy calladamente atrás en un rinconcito, mirando las sesiones.
En alguna oportunidad hubo una sesión que la producía Maurice White, productor de Earth, Wind and Fire. Fueron dos o tres sesiones que tuve y pegamos un montón de onda. Charlamos y me enseñó cosas importantísimas que todavía al día de hoy sigo utilizando.
Hacer un disco es como abrir el pecho
Hay un montón de cosas que le pasaron en la vida que nunca se imaginó. De adolescente soñaba con grabar una canción, conocer a Charly García y después se pasó 35 años trabajando con él.
“La década del 80 fue muy prolífica, llena de música distinta, todas las semanas salían discos tremendos. Hoy, a los 68 años, básicamente soy como una base de datos de cosas que me ha enseñado cada músico en cada disco y en cada canción”, dice.
–¿Qué marcas te dejaron esos artistas? ¿Cuánto te formaron?
–Muchísimo. Yo volví de Los Ángeles y no hubo mejor momento para llegar. Me metí en esto más para ver qué marcas le puedo dejar a la gente con mi trabajo. Pero la verdad es que trabajé con artistas tan increíbles como Charly García o como Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Norberto Minichillo, Calamaro… tantos músicos y tanta gente.
Entre las marcas que me han dejado todos estos años, hay amigos y gente muy querida. Hablo de cada músico y artista, cada persona con la que me involucré, profesional y a la vez íntimamente. Porque para los músicos hacer un disco es un momento de mucha intimidad, un momento donde el pecho queda abierto.
–Escuchándote pienso en la palabra efervescencia para definir esta época. Efervescencia, deseo, mucha juventud…
–Son adjetivos que le caben bien a esa época, mucha creatividad también. La pauta era que cada disco sonara como nunca sonó ningún disco. Todo el tiempo estábamos creando, inventando, a ver qué nuevo sonido de tambor o de guitarra encontrábamos, o qué nuevo efecto le podíamos poner a la voz.
–Sobre eso y en relación a la música que se está haciendo ahora, leí que te preocupaba la “homogeneización del sonido”…
–Sí, la verdad es que yo veo mucho de eso. Creo que hay un montón de razones que explican y muestran que hoy los sonidos están muy unificados. En los 80, en los 90, para atrás también, uno escuchaba la introducción de un tema y sin oír al cantante no tenía duda de qué banda era. Y hoy, hasta que no aparece el cantante, uno no sabe de quién se trata. Esto es una situación global, pasa mucho en lo que es la música mainstream: pop, anglopop, k-pop y la música urbana.
–También quizás desde lo lírico, ¿vos qué pensás?
–Primero y ante todo, en lo poético no veo mucha poesía, para ser honesto. Creo que hay mucha banalidad en las letras. Los artistas que realmente tienen muchos seguidores y que tienen la oportunidad de dar un mensaje que le sume a la gente de alguna manera, no lo hacen.
Una recomendación
Desde hace algunos años, Breuer y Érica Santos, su “esposa, manager y compañera”, viven en Agua de Oro, Córdoba. Dice que el lugar los eligió. Y que está lejos de imaginar su retiro profesional.
–Mario, ¿qué le dirías a los que se están iniciando en esto de hacer música?
–A los que quieren hacer música siempre les recomiendo que estudien música, que estudien uno o dos instrumentos, que estudien armonía, composición, contrapunto, que sean profesionales. Ser músico o trabajar para la música también requiere ser profesional y tomárselo muy en serio.
Porque de los otros está lleno el mundo y hay mucha música de poco valor. Algunos de esos hasta tienen muchísimo éxito, ¿por qué? Porque el público no estaría siendo tan exigente. Entonces, los que quieran hacer música y quieran hacerlo en serio, que estudien. Agarren los libros que no muerden.
Fotos: Prensa de Artistas
Me encantó!!