Y tu mamá, ¿trabaja? Un relato para pensar la ESI en espacios populares

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Daiana Monti es una joven socióloga villamariense y una experiencia le permitió repensar el lugar de la ESI en una escuela popular de la ciudad.

Su relato parte de una experiencia laboral que tuvo entre 2016 y 2020 en un programa municipal para jóvenes y adolescentes de barrios populares en el que participó como tallerista y como coordinadora de un espacio de acompañamiento para estos varones.

Y tu mamá, ¿trabaja?

El programa del que participó Daiana funcionaba en una escuela rural ubicada en las afueras de Villa María. Allí asistían adolescentes varones de entre 10 y 16 años que no habían terminado el nivel primario en la escuela convencional y jóvenes varones de entre 14 y 20 años, que habían abandonado la escuela secundaria en los primeros años. Llegaban al programa en busca de “talleres de oficio”, por elección propia o para cumplimentar con pedidos de la justicia.

Un día, dos varones de 12 años, hablaban entre ellos sobre trabajo cuando uno preguntó: “y tu mamá, ¿trabaja?”, el otro enseguida le respondió: “no, mi mamá no trabaja. Mi papá trabaja en el campo de mi tío”.

“Desde mi lugar de tallerista (pero también de educadora popular y de mujer atravesada por diversas dimensiones de los movimientos feministas) intervine en el diálogo: ‘¿cómo que no trabaja tu mamá? En tu casa, ¿no? ¿No hace un montón de cosas ahí?’. Dubitativo, señaló: ‘ah, bueno sí. Pero no le pagan’”, cuenta.

Esta situación se convierte en el punto de partida para abordar algunas reflexiones sobre la ESI. Sobre esto, Daiana explica: “Primero, me pregunté por el trabajo doméstico y el trabajo de cuidado invisibilizado, no reconocido y no remunerado que realizan cotidianamente estas (y otras) mujeres; y me interrogué por la responsabilidad de la escuela (a través de la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral), y de la educación obligatoria en general, frente a estas situaciones: ¿qué debates deberían dar estos espacios?”.

En este punto, dice Daiana, teniendo en cuenta todas las transformaciones que se materializaron en los últimos años en relación a diversas problematizaciones vinculadas a los géneros ¿cuánto y qué de todo eso se traduce, materializa, territorializa en lugares concretos y en la vida cotidiana de las personas? ¿cómo, cuánto y qué de la propuesta de la ESI se territorializa en este espacio escolar? ¿Cuáles son las características específicas del lugar que habilitan o condicionan la posibilidad de desplegar esta política pública en la institución?

La ESI y el espacio donde se habita

¿Cómo se puede abordar transversalmente la educación sexual integral en un espacio con estas características? “La pregunta por el ‘cómo’ puede entenderse en una doble dimensión: por un lado, en relación a la diversidad de trabajadorxs y áreas de gobierno (municipal/provincial) que formamos parte del espacio pero que, en general, no coordinamos acciones concretas y; por otro lado, el “cómo” también tiene que ver con las propuestas que se ofrecen a los estudiantes para trabajar con la ESI”, dice.

“Es pertinente señalar que el espacio no pertenecía al Área de Educación del municipio sino a la de Inclusión. Esto le imprimía una característica central: formaba parte del abanico de acciones estatales municipales destinadas a las clases populares. Por otra parte, aunque sus destinatarios eran varones jóvenes de barrios populares, este espacio no tenía vinculación con el Área de Juventudes, salvo mediante la participación en algunos programas en los que convocaban a todas las escuelas de la ciudad”, explica.

Además, este espacio no era netamente municipal, sino que el programa escolar (la terminalidad primaria) pertenecía al gobierno de la provincia de Córdoba. De este modo, las docentes a cargo de garantizar la terminalidad educativa no tenían relación laboral formal con el municipio, de quiénes dependían talleristas y coordinadoras de talleres y de acompañamientos sociales o pedagógicos.

Citando a Ballardini, Daiana explica que hay investigadores que sostienen que desde los Estados frecuentemente se destinan multiplicidad de acciones o programas aislados a las juventudes, mas no políticas públicas integrales y transversales a diversas áreas.

“El espacio escolar del que hablamos puede leerse en esa clave, pero, también puede hacerse una salvedad local: las -escasas- acciones vinculadas a la ESI se estructuraban a partir de distintas negociaciones ideológicas (por ejemplo, con las docentes de la provincia que permanecían ancladas en miradas biologicistas y conservadoras sobre las sexualidades) o presupuestarias (entre la coordinación del espacio y las áreas que proveían recursos)”, menciona.

“Aunque, fundamentalmente, las intervenciones vinculadas a la ESI eran deudoras de acciones individuales y voluntarias de mujeres jóvenes y/o adultas que proponíamos abordajes de la ESI con los estudiantes. Así, donde podría no haber nada, la presencia de estas mujeres, sus compromisos militantes y sus iniciativas propiciaron la presencia de la ESI en el lugar”, relata.

Los desafíos

Para Daiana, los desafíos son:

  • Poner en discusión los modos en que enseñamos (como adultxs con nuestro bagaje de prejuicios y formación en contextos diferentes) a ser mujeres y a ser varones.
  • Habilitar herramientas que les permitan a las y los jóvenes tensionar propias experiencias.
  • Para elaborar una propuesta de ESI partir de un “enfoque territorial” que permita reconocer la trama social y cultural específica de los jóvenes que habitan el lugar
  • Posicionarse desde el “enfoque de derechos” y de la “diversidad e inclusión”
  • Partir de “un enfoque de la igualdad de género” que posibilite revisar los modos en que se construyen y piensan las masculinidades juveniles de barrios populares
  • Adoptar un “enfoque intergeneracional” que permita tanto a adultos como a estudiantes intercambiar sus puntos de vista y revisar colectivamente

Peeero, explica Daiana, todo esto no tendría sentido si no se pone a la participación de los estudiantes en el centro de la escena.  Este se constituye en el desafío más urgente y el más complejo: ¿Cómo construir procesos participativos?, pero más aún, ¿cómo sostenerlos en el tiempo y cómo efectivizarlos? Teniendo en cuenta que estas instituciones sirven para producir nuevos sentidos sobre sexualidades, pero esto no alcanza para acortar las brechas de desigualdades en las que transcurre la vida de estos estudiantes.

“Es indispensable construir programas anclados en la perspectiva de la integralidad, la inter-sectorialidad y la transversalidad no sólo hacia adentro de la escuela, sino también con otras áreas del Estado como Juventudes, Salud, Economía, Trabajo y Género. El desafío es pensar ¿otros/nuevos? modos que permitan integrar y construir diálogos entre estos grandes polos, separados a partir de condiciones históricas que atraviesan a las instituciones estatales y a lxs agentes que las componen. Para ello, es preeminente posicionarnos desde el enfoque multidimensional de la justicia plural entendiendo a lxs jóvenes como sujetxs de derechos activos”, concluye.

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