Los confinamientos sucesivos dejaron a la luz la situación de los maternales, la otra cara del Día de los Jardines de Infantes.
Nancy Camandona (Jardín Gurrumines) y Patricia Ponce (Jardín El Osito Dormilón) coincidieron en una serie de vivencias para con este portal en relación a lo padecido en 2020 y lo que va de 2021.
La otra cara del Día de los Jardines: los maternales
Cuando les comunicaron el cierre en marzo de 2020 les dijeron que eran 15 días y pasó el tiempo. “Fue mucha la angustia”, recuerda Patricia al momento de señalar que el año pasado justamente había abierto otro espacio maternal y tuvo que cerrarlo “porque no pude sostenerlo”.
Continuó el confinamiento durante 2020 y llegan alquileres, costos fijos, seguros de los niños y del edificio y los sueldos de los docentes mientras no se recaudaba cuotas de las familias.
Marzo, abril y mayo algunas abonaron sus cuotas pero muchas desistieron por haberse aminorado sus ingresos debido a la pandemia.

Algunas familias perdieron sus trabajos, sus comercios o vieron reducirse la cantidad de horas de trabajo. Esa cadena perjudicó notablemente a los maternales.
Ahí surgió el emprendedor que todos llevamos dentro y comenzaron a vender combos de pastas, mermeladas y otros alimentos. Con ese dinero cubrían mínimamente los costos.
El protocolo como parche
“El año se hizo muy difícil, muy largo, sin expectativas”, sostiene Patricia Ponce. Presentaron un protocolo y en octubre se lo aprobaron con cambios. “Algunas cosas nos parecieron bien pero otras no, no eran coherentes, pero bueno…”, sintetiza.
Pudieron abrir acomodándose a los pedidos recién en noviembre cumpliendo con el protocolo. Así sobrevino el nuevo mote: “talleres recreativos” no jardines maternales.
“Hoy es un día de tristeza porque siempre hacíamos unas lindas actividades”, recuerda Patricia trayendo a su memoria el Día de los Jardines.
“Nos tenemos que ir acomodando. No podemos trabajar vía zoom porque nuestros alumnos no tienen mucho nivel de atención. Se hace difícil sin el vínculo, el encuentro…”, sintetiza.
Patricia reabrió el 15 de noviembre y tan sólo ocho niños (en dos salitas) retornaron al jardín. “Hubo temores, tanto nuestro como de las familias”, en los primeros días. Los niños finalmente felices de volver con una sonrisa en su rostro después de tanto encierro.
“Un servicio esencial”
Con esa baja cantidad de alumnos siguen sin sostener económicamente el jardín. Pocos alumnos, pocas horas, se hace muy difícil. Creían que le iban a modificar su protocolo expandiendo las posibilidades de recepción pero eso no ocurrió aún. Continúan asistiendo una cantidad mínima de niños.
Otras de las alternativas de subsistencia fue recibir a alumnos de jardín de infantes (escolarizados) en aquellas semanas donde no asisten sus burbujas a la presencialidad.
Desde la Asociación de Maternales de Córdoba Capital está haciendo circular un petitorio para ser declarados como servicio esencial. “Nosotros prestamos un servicio de cuidado a los hijos de los trabajadores, muchos de ellos también esenciales”, enfatiza.

Patricia y Nancy sostienen que “desde nuestro punto de vista el maternal es fundamental para la socialización y el hecho de interactuar con otros niños”. Y enumeran la importancia de jugar, cantar, escuchar un cuento y abrazarse. “Ese vínculo es hermoso y así llega el docente”, dicen.
Hoy esas “seños” trabajan con barbijo, los niñitos no. Las docentes buscan alternativas y los niños esperan asomarse al mundo a través de esos ojos que asoman por encima del barbijo de sus socializadoras.