Un jueves al mes, antes de las nueve de la mañana, Silvia espera en la garita del boulevard algún colectivo que la lleve hasta el Campus. “Me encanta tomar el colectivo, ir con los estudiantes, mezclarme con ellos”, dice.
Silvia tiene 70 años y es alumna del Programa de Extensión Universitaria para Adultos Mayores (PEUAM) de la UNVM. Los jueves asiste a un taller de escritura “de nueve a once, con modalidad virtual y presencial”, pero antes, los martes, también es parte del taller de danzas circulares que se dicta en Extensión, a pocas cuadras de su casa.
Cuando llegó sola a Villa María, hace tres años y medio, nunca se imaginó que podría rearmar su vida de esta manera. Ahora dice que sus amigas son su sostén y que en la universidad se siente como en su casa. “Yo entro a la universidad y es como si siempre hubiera estado allí”, cuenta.
La historia con una ciudad
Silvia Torres se presenta: “Nací en Monte Maíz, una pequeña localidad pujante del sudeste cordobés. Hice mi escuela primaria y secundaria ahí y luego me trasladé a Villa María para cursar en el Rivadavia. Soy promo 1975 del profesorado de Lengua y Literatura”.
Después de recibirse, volvió a su pueblo. Se casó y tuvo cuatro hijos. Ya jubilada, se separó y decidió mudarse a Villa María. Separación y mudanza pasaron durante la pandemia. “Esta ciudad me dio una sorpresa en mi vida. Yo vine porque necesitaba desconectarme, empezar de nuevo”, dice.
Y cuenta: “Los primeros meses fueron duros porque solamente me había quedado una amiga del profesorado. Con ella nos reuníamos una vez por semana hasta las siete de la tarde, lo permitido en pandemia. Era el único contacto social que yo tenía, además de ir a hacer las compras y charlar con la gente… Villa María me recibió con cariño desde el primer momento”.
La amistad, un refugio
“Yo me muevo más para el lado de la 9 de julio. Voy a comprar facturitas, a tomar algún café por ahí de vez en cuando…”, dice sobre su barrio. Volver a trazar una ciudad en la mente, en el corazón, en el cuerpo, después de tantos años, ¿cómo se hace? Silvia sabe algo de eso.
“Mi compañera del profesorado me presentó a sus amigas, así me hice amiga de sus amigas, de a poco. Durante la pandemia, cuando se pudo, empezamos a juntarnos todos los jueves, cosa que aún perdura”, cuenta.
Y dice: “Les debo un montón a esas mujeres. Ellas fueron compañeras de primaria, así que escucho historias muy interesantes de la Villa María de aquellos años… Recibí mucho cariño, mucho apoyo de ellas. Ellas me adoptaron y son mi sostén”.
Universitaria
“Quiero comentar lo que fue para mí entrar a la Universidad Nacional de Villa María”, dice Silvia, y con una delicada precisión recuerda la primera vez que visitó el Campus. El color del día, las gentes, el viaje hasta allá.
“Fue una gran emoción, ¡me saqué fotos!… Aunque quise, en su momento, yo no pude ir a la universidad porque mis padres no pudieron costearme la estadía en Córdoba. Así que para mí es un orgullo total pertenecer a la universidad”, cuenta.
El PEUAM celebró en septiembre sus 25 años. Con una kermés en el Parque de la Vida reunió a todos los asistentes de los talleres, personas mayores que son alumnas también de la universidad pública.
“Como mamá de hijos que han recibido educación pública en la universidad, soy una gran defensora, estoy muy agradecida. Mis hijos tienen una vida gracias a la universidad pública y ahora yo también. En el PEUAM me siento plena, feliz”, dice Silvia.
PEUAM: una hoja en blanco, una oportunidad
En el Taller Lectura y Escritura: la revolución de las letras coordinado por Micaela Felber, Silvia se animó a escribir por primera vez. “Descubrí algo que yo siempre quise hacer. A pesar de que soy profe de lengua, nunca escribí, hice otras cosas, corrección, crítica de textos…”, cuenta.
“El PEUAM me dio la posibilidad de tener una hoja en blanco y escribir algunos relatos donde comparto mis vivencias”, dice. En el Taller de Danzas Circulares, con Cecilia Castellano, cuenta que también se lanzó a bailar, algo que toda la vida le gustó.
Sobre este taller, dice: “Es una contención para mí increíble porque se baila en círculo, o sea, nos miramos, nos tocamos, nos tomamos de las manos con las compañeras, ¡que más que compañeras ya son amigas!, sabemos nuestras historias”.
Y agrega: “Son talleres muy contenedores donde encontré gente hermosa que ahora son mis compañeros, amigos, no tengo palabras para los integrantes de ambos grupos y las profes que realmente son bellas personas”.
Fotos: Diamela Beaz (Instituto de Extensión UNVM)