Susana Asselle es licenciada en Filosofía y en Trabajo Social. Fue maestra de grado y luego profesional del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. Coordinó allí, entre 1985 y 2003, equipos interdisciplinarios en diversos programas entre los que se destaca el de Asisten- cia Técnica Escuela-Comunidad donde articuló con referentes de literatura, artes plásticas, antropología y derechos humanos.
Desde el Ministerio de Educación participó entre 1996 y 2003 en la Comisión Interministerial de Prevención del Maltrato Infantil (CIPMI). Integró el Equipo de la Primera Cátedra Popular en el Sitio del Espacio para la Memoria «La Perla», en 2010. Es autora del libro “Voces Maestras” que se presenta en la UNVM.
¿Qué valor tiene la palabra maestro para esos entrevistados del libro?
SA: Yo respete un interrogante que en los últimos fue surgiendo en mi en relación al peso que tiene la palabra maestro. Su función. Para mi es también un arte. En los actos escolares en mi época el maestro estaba al lado del juez de paz, del cura. A veces desfilando también.
El libro circula por un costado, es pensar a quienes nosotros le otorgamos ese lugar, esa palabra. Hay un amplio sector mayoritario que valora el lugar del maestro, es el lugar del conocimiento y la reflexión.
Un poco esto surge con la lectura de Fernando Pessoa. Uno de los heterónimos que construye dice que nació en el cómo un maestro, el empezó a ser Fernando Pessoa a partir de ese maestro, que le otorga ese plus, esa singularidad. Eso hace un maestro cuando mira de un modo particular y genera un lazo particular con el que tiene al frente. No es el maestro el que busca esa intencionalidad si no que es el otro el que recuerda y es ese el que aparece en las entrevistas.
Yo hice una selección de voces que podrían ser otras. Estas voces son especiales en el sentido de alguna relación conmigo. En principio tuve un poco de temor por la presencia que tiene esa palabra dentro de la escuela, pensé que se me podía igualar en las respuestas, que se iba a hablar del acto de enseñar y de aprender, que está latente en todos, que no se dice con estas palabras pero que está. Pero todos fueron por lados distintos y nos muestra una variedad increíble de situaciones que les ha dejado una huella y para mi ese es un gesto maestro. Estos entrevistados traen a sus maestros.
El maestro es arte, pero también es trabajo. Por suerte en el año 1973 CTERA instituyó, en un largo proceso, esto de salir solamente de la voluntad de la vocación. Silvana, una entrevistada de Rosario, al final de la entrevista dice que cuando hacían el pavimento de la escuela que crearon sacaron a los chicos afuera a ver como trabajaban los obreros y a preguntarles acerca de ese oficio. Ella dice ahí que en la escuela los maestros les enseñan el mundo a los chicos. El acceso a la cultura. Es también un homenaje. El libro y las entrevistas van provocando recuerdos.
¿Qué anécdotas rescatan las y los entrevistados?
SA: Todas las entrevistas tienen algo. Giovanni Quiroga habla sobre una monja que lo cuidaba mientras ella daba clases, era una guardería no formal, realmente era una sacristía. Y él dice «me acuerdo del camino hasta esa sacristía, era toda una cosa. ¿Qué habrá hoy? Un día había un pajarito debajo de los armarios. Otro día un gato negro que se había filtrado. Otro día estaba todo preparado para dibujar jarrones. Otro día había masa para preparar las ostias. Todos los días había que hacer algo y todos los días era sorpresa». Y él me dice, en el marco de la entrevista, «eso sigo haciendo yo. Sigo sacando cajas que son sorpresas para la gente».
También hay un momento donde el relata un modo de enseñar, él me dice «fue fantástico, llegue a descubrir estrategias de como ella te escuchaba. Te escuchaba como si vos le estuvieras enseñando o contando una novedad. Te decía ‘mira cómo va girando el sol’. Yo le decía ‘hermana el sol no gira, somos nosotros’. ‘No, no te lo puedo creer’, decía ella. En otro momento, yo iba al secundario y me preguntaba: ‘¿La hermana seguirá dudando?’”. Ella sostenía la duda para que aprenda.
Alicia Carranza cuenta también la anécdota de otra directora que lleva los chicos al Suquía y les enseña a nadar. Les decía que se tiren y ella no sabía nadar. Y ahí surge la pregunta de si se puede enseñar sin saber. Yo creo que ahí hay otra cosa para pensar. Si la duda es también una estrategia de enseñanza.
El libro contiene entrevistas a Giovani Quiroga («Como esa sacristía que todavía está»), Virginia Bettini («Una maestra agujereada»), Alicia Carranza («Una escuela de puertas abiertas»), Analía Mayorga («Un maestro condensa los ideales»), Nancy Tortone («La vida es redonda, así me enseño mi maestro»), Monica Siradich («La chalana que te ayuda a llegar a la otra orilla»), Raquel Rodríguez («Me he pasado la vida queriendo ser maga»), Lucia Robledo («Aquellas tradiciones de maestros»), Silvana Sandri de Méndez («Una escuela que es dueña de sí misma»), María Teresa Andruetto («El mundo como un enorme magisterio»), Lucia Garay («Por ese hueco en mi autorizo a que me enseñen»).