Mónica Giordano se jubiló de la docencia y sostiene que ahora consiguió “tener la libertad de hacer cosas sin mirar el reloj”. En sus años como docente “no se podía hacer. Había que planificar, corregir y tantas otras obligaciones”.
“La vida es totalmente diferente. Hoy tengo la libertad de decir me siento a leer un libro, ver una serie o a escuchar música… sin tiempo”, dice con una voz que trata de trasmitir el placer del descanso que está atravesando.
“El entusiasmo estuvo siempre”
Estudió el Profesorado de Ciencias Jurídicas y Sociales en la Escuela Normal Víctor Mercante (Biblioteca Rivadavia). Es egresada 1984.
Por un par de años no pudo conseguir horas cátedras y en él mientras tanto ofrecía clases particulares en su domicilio. En 1990 ingresó a dictar clases en el IPEA 241 Federico Campodónico de Los Zorros donde permaneció durante una década. De manera simultánea, en los dos últimos años, también dicto clases en el IPEM 139 de Ballesteros. Ya en el 2000 arriba al CENMA del Manuel Anselmo Ocampo y al poco tiempo también hace lo propio en el IPEM 147 MAO. El año pasado finalizó su carrera como docente activa en estos dos últimos establecimientos.

En cuatro escuelas cumplió casi 30 años de labor. Siempre dictó materias vinculadas al Derecho: Derecho del Trabajo y la Seguridad Social (en el CENMA) y en sus comienzos simplemente Derecho. De acuerdo a los últimos cambios dictó clases de Formación para la Vida y el Trabajo y Ciudadanía y Participación.
“El entusiasmo estuvo siempre, latente. Desde el primer al último día”, relata a Villa María Educativa. “A medida que fui avanzando en la docencia se fue intensificando mi amor por ella. Dejé una docente con mucha experiencia y con todos los desafíos aceptados y cumplidos”, cuenta.
“Considero que cumplí con todos los desafíos que la vida docente me fue planteando. Acepté los cambios como desafíos”, sintetiza.
Virtualidad igual a situación incómoda
El modo de enseñanza virtual, el cual tuvo que soportar y afrontar durante su último año de trabajo, reflexiona que a los docentes “nos puso en una situación un tanto incomoda ante lo realmente desconocido”. Explica: “Aunque uno se fue preparando para una virtualidad pero de otro tipo. Nunca para una clase completamente virtual de un día para el otro”. Estos cambios “implican poner patas para arriba las estructuras de todo tipo”.
Se piensa asimismo, en un día de clases del 2020, y dice: “Mónica Giordano acudía a sus hijos, nativos digitales, para que me fuesen guiando como podía yo lograr trasladar una clase presencial para que fuese rica en la virtualidad. Con qué elementos podía nutrirla”. También añade que acudió “a mis compañeros y a los que más sabían. Siempre tuve la mejor predisposición en salir delante de la mejor manera posible”. Habla de que los docentes contaban con “voluntad, ganas y algunos pocos conocimientos. Todo lo fuimos haciendo con mis compañeros de a poco. Más por intuición que por pedagogía creo…”.
Recalca también que durante el año pasado consultaba mucho a sus alumnos sobre cuáles eran sus necesidades o modalidades de trabajo que fueran más productivas. “Nos escuchábamos todo el tiempo para conocer qué necesita el otro…”, recuerda.

¿Quedaba conforme Usted sobre cómo se desarrollaban las clases? ¿Recibían sus alumnos lo que enseñaba? ¿Cómo llegaba ese saber? “Nunca fui una docente estructurada. Siempre tuve esta cuestión de ida y vuelta con el estudiante. Yo aprendía de ellos y ellos algo de mí. En ese idea y vuelta creo que en la virtualidad se consiguió”, explica. Continúa diciendo: “Si bien no llega ese 100% de intercambio que uno pretende durante una clase presencial, en la virtualidad se pierde pero no tanto si se sabe aprovechar el momento”. Allí Mónica hace la salvedad que en la presencialidad “todos” sus alumnos podían estar en su clase pero en la virtualidad no todos pudieron hacerlo debido a los graves inconvenientes de conectividad.
“Tener la libertad de hacer cosas sin mirar el reloj”
“Este es mi tiempo. Tener la libertad de hacer cosas sin mirar el reloj”, sostiene Mónica.
Habitualmente Mónica colabora con su hija en un local de venta de indumentaria para bebés. “Se lo recuerdo habitualmente a mi hija que es mi época de descanso pero me divierte y aprendo muchísimo”, dice. Belén, su hija, sin dudas ahora disfruta de su mamá que antes la disfrutaron “esos hijos del aula” mientras además tiene compañía en el sector de ventas de su local. La familia se completa con su otro hijo Pablo y su marido Daniel.
Mónica piensa en hacer un viaje “que quedo pendiente” y pasada la pandemia pretende estudiar y desarrollar el idioma Italiano: “el idioma de mis abuelos”, se gratifica.
Actualmente también práctica gimnasia y bailes latinos.